«Trabajando en Japón agradezco cuánto se esforzaron enseñándome los profesores de la UPCT»
El estudiante de la Politécnica José Carlos Urrea, empleado en Hitachi gracias a la beca Vulcanus, está viviendo “un año que nunca olvidaré”
Publicada el 15.Jul.2016
15.julio.2016.- El alumno de la Escuela de Industriales de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) José Carlos Urrea rezuma felicidad. Está disfrutando el sueño que llevaba años persiguiendo. Gracias a la beca Vulcanus, está descubriendo y explorando Japón, empapándose de su cultura y adquiriendo un alto dominio de su lengua, al tiempo que se forma como ingeniero en una de las mayores empresas internacionales, Hitachi.
Desde enero, tras cuatro meses dedicados al estudio del japonés, lengua que comenzó a aprender de forma autodidacta en Cartagena, José Carlos trabaja en el enorme complejo de Narashino, de 360.000 metros cuadrados, a 30 kilómetros de Tokio, donde se fabrica todo tipo de equipamiento industrial.
“En Japón hay un gran sentido de comunidad en la empresa, el primer día ya lo pude comprobar”, recuerda José Carlos. “Al sonar el timbre de inicio del trabajo, empezó a la vez un hilo musical y todo el mundo comenzó​ a hacer ejercicios y estiramientos al lado de sus mesas, todos sincronizados durante unos minutos. Obviamente me uní para no desentonar”, rememora. “Al ser nuevo y extranjero me han enseñado desde cero cómo hacerlo todo y nunca me han dejado solo”, explica agradecido.
“El idioma de trabajo es el japonés, aunque mi supervisor habla inglés, lo que me ayudó los primeros meses. Poco a poco, he ido mejorado mi lenguaje técnico y he hecho amistades con los compañeros, con los que converso y bromeo. Ya puedo defenderme en japonés ante cualquier situación”, detalla satisfecho de su progreso lingüístico.
“Mi puesto de trabajo es en el grupo de diseño y he realizado tareas de ingeniero de lo más variopinto, desde análisis de circuitos, transmisión de calor, simulación o trabajo de campo haciendo tests de maquinaría”, relata. “He utilizado programas que usé en la UPCT y a veces agradezco mentalmente a mis profesores todo lo que sufrieron enseñándome, así como la experiencia que gané en la Cátedra MTorres”.
Los 1.900.000 yenes de beca le están permitiendo a José Carlos viajar por todo el país, probar su magnífica gastronomía y hasta comprar lo último en tecnología mientras ahorra y contribuye a los gastos familiares. “La empresa proporciona el alojamiento y no hay que pagar alquiler. Puede tocarte una habitación tipo occidental o tener la ¿suerte? de que te adjudiquen un dormitorio típico japonés, con suelo de tatami y un futón por cama”, añade con sorna.
José Carlos encara ya la recta final de su experiencia nipona, toda una aventura. “No estoy en la selva con un machete cortando maleza para avanzar, pero durante la hora punta en Tokio los japoneses parecen fieras salvajes, compitiendo por ser los primeros en salir del tren”, comenta jocoso.
“Cuando dejé España a finales del agosto pasado no podía imaginarme lo alucinante que sería esta experiencia, por mucho que haya leído durante años los blogs de participantes, seguía sin saber cómo sería mi historia. Cuando aterricé en Japón, los ojos me daban vueltas mirando y observando todo a mi alrededor, como si lo estuviera grabando mentalmente todo. Y así sigo cada vez que paseo por Tokio, ya sea por el barrio electrónico de Akihabara, por entre los rascacielos del gobierno metropolitano en Shinjuku o cuando voy de escapada a cualquier lugar, todo es tan pintoresco y curioso que no me cansaría nunca de este lugar”, concluye el alumno de la UPCT.
Desde enero, tras cuatro meses dedicados al estudio del japonés, lengua que comenzó a aprender de forma autodidacta en Cartagena, José Carlos trabaja en el enorme complejo de Narashino, de 360.000 metros cuadrados, a 30 kilómetros de Tokio, donde se fabrica todo tipo de equipamiento industrial.
“En Japón hay un gran sentido de comunidad en la empresa, el primer día ya lo pude comprobar”, recuerda José Carlos. “Al sonar el timbre de inicio del trabajo, empezó a la vez un hilo musical y todo el mundo comenzó​ a hacer ejercicios y estiramientos al lado de sus mesas, todos sincronizados durante unos minutos. Obviamente me uní para no desentonar”, rememora. “Al ser nuevo y extranjero me han enseñado desde cero cómo hacerlo todo y nunca me han dejado solo”, explica agradecido.
“El idioma de trabajo es el japonés, aunque mi supervisor habla inglés, lo que me ayudó los primeros meses. Poco a poco, he ido mejorado mi lenguaje técnico y he hecho amistades con los compañeros, con los que converso y bromeo. Ya puedo defenderme en japonés ante cualquier situación”, detalla satisfecho de su progreso lingüístico.
“Mi puesto de trabajo es en el grupo de diseño y he realizado tareas de ingeniero de lo más variopinto, desde análisis de circuitos, transmisión de calor, simulación o trabajo de campo haciendo tests de maquinaría”, relata. “He utilizado programas que usé en la UPCT y a veces agradezco mentalmente a mis profesores todo lo que sufrieron enseñándome, así como la experiencia que gané en la Cátedra MTorres”.
Los 1.900.000 yenes de beca le están permitiendo a José Carlos viajar por todo el país, probar su magnífica gastronomía y hasta comprar lo último en tecnología mientras ahorra y contribuye a los gastos familiares. “La empresa proporciona el alojamiento y no hay que pagar alquiler. Puede tocarte una habitación tipo occidental o tener la ¿suerte? de que te adjudiquen un dormitorio típico japonés, con suelo de tatami y un futón por cama”, añade con sorna.
José Carlos encara ya la recta final de su experiencia nipona, toda una aventura. “No estoy en la selva con un machete cortando maleza para avanzar, pero durante la hora punta en Tokio los japoneses parecen fieras salvajes, compitiendo por ser los primeros en salir del tren”, comenta jocoso.
“Cuando dejé España a finales del agosto pasado no podía imaginarme lo alucinante que sería esta experiencia, por mucho que haya leído durante años los blogs de participantes, seguía sin saber cómo sería mi historia. Cuando aterricé en Japón, los ojos me daban vueltas mirando y observando todo a mi alrededor, como si lo estuviera grabando mentalmente todo. Y así sigo cada vez que paseo por Tokio, ya sea por el barrio electrónico de Akihabara, por entre los rascacielos del gobierno metropolitano en Shinjuku o cuando voy de escapada a cualquier lugar, todo es tan pintoresco y curioso que no me cansaría nunca de este lugar”, concluye el alumno de la UPCT.