La UPCT investiga si las nuevas purpurinas se degradan en el mar con fondos de la Cátedra de Medio Ambiente

La profesora de Ingeniería Química Marta Doval analizará también la presencia de microplásticos brillantes en el Puerto de Cartagena

Marta Doval en uno de los laboratorios de Ingeniería Química de la UPCT con un respirómetro utilizado para medir procesos de biodegradación.
Marta Doval en uno de los laboratorios de Ingeniería Química de la UPCT con un respirómetro utilizado para medir procesos de biodegradación.
Publicada el 14.Ene.2025

¿La purpurina que se vende como biodegradable puede efectivamente eliminarse en el mar? Una investigación de la UPCT responderá a esta duda científica con fondos de la Cátedra de Medio Ambiente Campus Mare Nostrum de la Autoridad Portuaria de Cartagena, que ha elegido el proyecto de la profesora del área de Ingeniería Química Marta Doval Miñarro como uno de los tres que financia este año de investigadores de las universidades públicas de la Región.

La prohibición en Europa de la brillantina o purpurina suelta ha dado paso a la comercialización de nuevos productos biodegradables, pero el agua de mar no es un medio favorable a la biodegradación. “De hecho es el peor, por su la baja concentración de microorganismos y las temperaturas relativamente frías”, explica la investigadora de la Politécnica de Cartagena, que comparará la biodegradación de las nuevas purpurinas en aguas marinas con la que se produce en otros medios acuosos ricos en microorganismos, como los lodos de aguas residuales que pasan por una depuradora.

“El objetivo es concienciar de que la característica biodegradable de un producto no implica usarlo a lo loco, especialmente cerca de la costa”, argumenta la docente de la Escuela de Industriales de la UPCT.

El proyecto también analizará la presencia de purpurinas tradicionales, que son un microplástico primario, en las aguas y playas del Puerto de Cartagena después de la celebración de eventos festivos, como los carnavales.

“El problema de los microplásticos está más que comprobado: están en el aire que respiramos, en lo que comemos y en lo que bebemos, así como en el interior de todo tipo de especies”, recuerda la investigadora.