Una arquitecta por la UPCT propone recuperar la actividad salinera de Marchamalo impulsando el ecoturismo
El proyecto con el que Paloma de Andrés ha concluido su grado en la Politécnica defiende el valor paisajístico y ambiental de las salinas de Cabo de Palos
Preservar el medio natural recuperando una industria extractiva, la arquitecta por la UPCT Paloma de Andrés Ródenas desarrolla esta aparente contradicción para salvar las salinas de Marchamalo, junto a La Manga del Mar Menor, del abandono y del avance urbanístico “esperpéntico”, tal y como lo califica la alumna en su trabajo final de estudios.
Su proyecto ‘Arquitectura de la sal’ plantea un programa de recuperación de la actividad salinera con métodos artesanales, para obtener un producto culinario de alta calidad, compatibles con la conservación ecológica y paisajística. La propuesta incluye devolver al mar la bahía de El Vivero, recuperación de flora autóctona, miradores para observar las aves y el aprovechamiento de los edificios en desuso.
“La actividad y producción salinera tiene un gran potencial turístico, por sus valores naturales y patrimoniales, pero también sociales, pues crea identidad y sentido de pertenencia”, argumenta la estudiante de la Universidad Politécnica de Cartagena, que ha expuesto su trabajo a los vecinos de Cabo de Palos invitada por la Asociación para la Protección de Cabo de Palos, Procabo.
La actividad ecoturística centraría la nueva alternativa de las salinas de Marchamalo, con visitas guiadas, un pequeño albergue en un edificio de los años 30 diseñado por Lorenzo Ros, zona de exposiciones, restaurante, carriles bici y una plataforma de extracción de lodos para usos estéticos y terapéuticos. De Andrés también propone volver a utilizar el molino de viento, declarado Bien de Interés Cultural, para aprovechar la energía eólica.
El color blanco, para emular las montañas de sal que formaban parte del paisaje, primaría en la nueva arquitectura junto a la recuperación de los antiguos edificios. Todo ello se realizaría con materiales respetuosos con el entorno como la arcilla, la piedra y la madera, según especifica el proyecto académico, dirigido por Félix Santiuste de Pablos.
Las salinas de Marchamalo fueron construidas en el siglo XVIII y sus instalaciones están actualmente en estado de abandono, habiendo sido edificadas varias parcelas que alojaron charcas de desecación, y cuentan con servicios mínimos de mantenimiento para la conservación del hábitat de aves como el flamenco y peces como el endémico fartet.